El aumento de precipitaciones intensas en diversas regiones del mundo está obligando a repensar la manera en que se diseñan los espacios urbanos. Frente a este escenario, surge una alternativa que combina conocimiento ambiental, diseño y participación ciudadana: el paisajismo esponja. Esta estrategia redefine cómo se maneja el agua de lluvia, alejándose del modelo tradicional que prioriza el desvío inmediato y canalización del agua. El paisajismo en las ciudades también se está adaptando para responder a estos desafíos climáticos, promoviendo soluciones sustentables y resilientes.
Este enfoque propone espacios urbanos capaces de absorber, retener y liberar el agua de manera gradual, evitando inundaciones y promoviendo el equilibrio hídrico. En lugar de utilizar únicamente superficies impermeables, se priorizan zonas verdes, techos vegetales, jardines de infiltración y otras soluciones que permiten manejar de forma más eficaz los fenómenos meteorológicos extremos.
Un cambio de lógica en el diseño urbano
El llamado ‘paisaje esponja’ plantea diseñar infraestructuras que imiten procesos naturales, utilizando el terreno para captar el agua donde esta cae, reducir su velocidad y almacenarla temporalmente. Esta lógica se aplica en jardines urbanos, patios escolares, parques y calles, transformándolos en entornos resilientes frente al clima.
El enfoque se apoya en tres principios fundamentales: interceptar la lluvia en el punto de caída, ralentizar su escurrimiento, y almacenar parte del caudal de manera controlada. Estas acciones permiten reducir los efectos de las tormentas y contribuir a la regeneración ambiental de los barrios. Para profundizar en las técnicas de gestión del agua en el paisajismo, puedes consultar los avances en los sistemas de alimentación por agua.
Además de su funcionalidad hidráulica, estas intervenciones promueven la biodiversidad, mejoran el confort urbano y fortalecen el vínculo de las personas con la naturaleza.
Ejemplos que inspiran: de Dinamarca a Argentina
Un proyecto destacado se encuentra en Copenhague, en el barrio de Nordvest. Allí, el estudio SLA transformó un parque de 20.000 m² en un área multifuncional capaz de absorber hasta 3.000 m³ de agua. El rediseño incluyó pendientes, canales y zanjas de infiltración que permiten contener el agua de lluvia de forma natural. La recuperación de espacios mediante el paisajismo esponja también puede considerarse en proyectos de conservación ecológica urbana.
Cuando no llueve, el parque luce como una sucesión de colinas interactivas con zonas de juego y descanso. Pero en época de precipitaciones, se convierte en un humedal temporal que beneficia tanto a las personas como a la flora y fauna del lugar. Se incorporaron más de 4 millones de semillas de especies nativas y 149 árboles de distintas variedades, fomentando el equilibrio ecológico.
En Suecia, el estudio Link Arkitektur diseñó una escuela en Torslanda donde el agua se integra al paisaje como un elemento pedagógico. En su patio, un pequeño “río” recoge el agua y la conduce a una zona natural con humedales y vegetación diversa, enseñando a los estudiantes los ciclos del agua mediante la experiencia directa.
Acción comunitaria y soluciones locales
El modelo de paisaje esponja no se limita al hemisferio norte. En Claypole, Buenos Aires, vecinos organizados bajo la plataforma Habitat Claypole trabajan desde hace años para recuperar un tramo del Arroyo San Francisco. Su aspiración: construir un parque que mitigue inundaciones y recupere funciones ecológicas. La implementación de técnicas de paisajismo puede tener un impacto positivo en comunidades como ésta, promoviendo una gestión sostenible del agua.
Con apoyo del estudio Bulla y del laboratorio Rearc Institute, el proyecto fue presentado como una alternativa sostenible, basada en la integración de ecología, infraestructura y comunidad. La propuesta apuesta a una visión que ve el agua como una aliada, y no como un problema a eliminar.
Esta mirada tuvo repercusión en otros contextos. En Vancouver, Canadá, un concurso titulado “Life Between Umbrellas” impulsó el diseño de espacios públicos amigables con la lluvia. La ciudad, que soporta varios meses lluviosos al año, logró así reunir ideas innovadoras que priorizan la convivencia entre urbanismo y clima.
Proyectos como estos no solo ayudan a prevenir desastres naturales, sino que también fomentan la participación ciudadana y la transformación de los barrios en lugares más habitables, resilientes y sostenibles.
La creciente frecuencia de lluvias intensas en ciudades de todo el mundo hace cada vez más urgente replantear cómo se manejan los espacios urbanos. El se presenta como una opción prometedora, combinando diseño inteligente, respeto por la naturaleza y participación de las comunidades. Desde grandes parques hasta patios escolares o barrios en recuperación, estas soluciones ecológicas demuestran que es posible convivir con el agua de manera armónica, reutilizándola como un recurso y potenciando los ecosistemas urbanos.