El dolor en peces es una realidad que la mayoría de la sociedad desconoce por completo. Aunque se tiende a pensar que estos animales no sienten de la misma manera que los mamíferos, diversos estudios científicos han confirmado que pueden experimentar sufrimiento intenso en numerosas situaciones propias de la acuicultura y la pesca. La reciente atención mediática al bienestar de los peces ha arrojado luz sobre prácticas sistemáticas de sacrificio y manipulación que pueden generar minutos prolongados de sufrimiento silencioso bajo el agua.
España ocupa un lugar destacado en la producción acuícola europea, lo que implica que cada año se críen y sacrifiquen millones de peces en instalaciones industriales. Sin una regulación específica y exhaustiva, la protección legal de estos animales es prácticamente inexistente, facilitando que métodos de producción y sacrificio prioricen la eficiencia económica sobre el bienestar animal.
El dolor oculto tras los métodos de sacrificio
Las investigaciones más recientes han puesto de manifiesto que técnicas de sacrificio como la asfixia fuera del agua y el shock térmico causan un dolor intenso y prolongado en los peces. Utilizando el llamado Marco de Huella de Bienestar (WFF), los expertos han cuantificado los minutos de sufrimiento que atraviesan estos animales tras ser extraídos del agua, especialmente en especies como la trucha arcoíris. Se ha demostrado que, dependiendo de las circunstancias, un pez puede soportar entre 2 y 22 minutos de dolor severo antes de morir por falta de oxígeno, con una media de unos 10 minutos.
Este fenómeno tiene una escala global de proporciones inmensas: cada año mueren más de 2,2 billones de peces salvajes y cerca de 171 mil millones procedentes de piscifactorías en todo el mundo. Las prácticas generalizadas generan un dolor masivo e invisible, agravado por el hecho de que buena parte de la industria y la legislación centran su atención en mamíferos y aves, dejando a los peces en una situación de desprotección.
La utilización de métodos como el shock térmico —que consiste en sumergir a los peces vivos en hielo o agua gélida durante largos minutos— o la asfixia directa fuera del agua, provoca en muchos casos que los animales permanezcan conscientes mientras sufren hipotermia, estrés extremo y daños en órganos y tejidos. La industria justifica estas prácticas por su bajo coste y simplicidad, pero la evidencia científica apunta a un sufrimiento evitable y prolongado.
Condiciones en piscifactorías: del hacinamiento al estrés
El hacinamiento extremo en piscifactorías intensivas es una de las principales fuentes de malestar para los peces. Estos viven en tanques o jaulas donde apenas pueden moverse, lo que aumenta sus niveles de estrés y debilita su sistema inmunológico. El contacto constante con las rejas y otros peces provoca erosión en las aletas, caída de escamas y comportamientos anormales asociados al estrés crónico. Además, la pobre calidad del agua, con menos oxígeno y más amoníaco, causa sufrimiento adicional.
Las enfermedades infecciosas se propagan con facilidad bajo estas condiciones, generando brotes continuos de patologías bacterianas, parasitarias y víricas que rara vez reciben un seguimiento veterinario adecuado. El control de estos problemas suele implicar el uso masivo de antibióticos y antiparasitarios, sin abordar la raíz del dolor y la baja calidad de vida.
Manipulación y transporte: sufrimiento antes del sacrificio
Los procesos de clasificación, manipulación y transporte suponen un nuevo estadio de estrés y dolor para los peces en la industria. Durante la separación por tamaños o el traslado a mataderos, se emplean máquinas de succión y redes que producen contusiones, desgarraduras y exposición prolongada al aire, incluso antes del sacrificio. Con apenas unos segundos fuera del agua, los peces comienzan a experimentar asfixia, desorientación y sufrimiento agudo.
El transporte en barcos vivero o tanques móviles suele hacerse en condiciones problemáticas, con altos niveles de hacinamiento y baja calidad del agua. Los peces pueden golpearse entre sí o contra las paredes del recipiente, lo que agrava las lesiones y aumenta su malestar.
Alternativas y desafíos regulatorios
Ante esta situación, los expertos proponen la electroestimulación y la percusión (un golpe certero en la cabeza) como métodos más efectivos para reducir el tiempo y la intensidad del dolor en el sacrificio de peces. La correcta aplicación de estas técnicas puede reducir significativamente el sufrimiento previo a la muerte. Sin embargo, en la práctica existen fallos en su implementación y falta de formación que hacen que muchos animales permanezcan conscientes durante el proceso.
Aunque los peces son reconocidos como seres sintientes en tratados y normativas europeas, la falta de reglamentos claros y específicos para acuicultura y pesca deja muchas lagunas. La gestión y el control generalmente dependen de normativas dispersas o de competencia autonómica, dejando en la sombra los estándares de bienestar.
Organizaciones de defensa animal y expertos científicos abogan por actualizar la legislación para proteger a los peces, exigiendo normas mínimas en cuanto a densidad, métodos de sacrificio y manipulación que prioricen su bienestar. También se pide mayor transparencia y controles sanitarios que ayuden a reducir la mortalidad y el dolor en todas las fases de producción.
La sociedad y los consumidores desempeñan un papel fundamental en crear conciencia sobre este problema y en impulsar cambios normativos que visibilicen el sufrimiento de los peces. Apoyar campañas, solicitar información y exigir estándares elevados de bienestar pueden contribuir a mejorar la situación de millones de animales en piscifactorías y en la pesca comercial.