Posidonia oceánica y cambio climático: el reto de salvar los pulmones del Mediterráneo

  • Las praderas de Posidonia oceánica del Mediterráneo están en situación crítica, especialmente en Málaga y Granada.
  • La alga invasora Rugulopteryx okamurae, el aumento de temperatura y actividades humanas aceleran el deterioro.
  • Proyectos de reforestación y colaboración público-privada buscan la restauración y protección de estos ecosistemas.
  • La posidonia es clave en la lucha contra el cambio climático y la conservación de la biodiversidad marina.

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Bajo las aguas del Mediterráneo se esconden extensos bosques sumergidos que, a pesar de pasar desapercibidos para muchos, cumplen una función vital tanto para el ecosistema marino como para los habitantes de las costas y, en realidad, de todo el planeta. Las praderas de Posidonia oceánica son auténticos pulmones del mar, capaces de capturar grandes cantidades de CO₂ y de liberar un considerable volumen de oxígeno, situándose así en el centro de la lucha frente al cambio climático.

En los últimos años, científicos y colectivos ambientalistas han advertido de la acelerada degradación de estas praderas, sobre todo en la región de Andalucía, donde los estudios más recientes revelan un estado preocupante en localizaciones como Málaga y el litoral granadino. Diversas investigaciones, como el informe ‘Bosques Sumergidos’ impulsado por la Fundación Aula del Mar Mediterráneo (FAMM) y el proyecto Mares Circulares, han alertado sobre una situación límite: en algunas zonas el estado de conservación de la posidonia es ya crítico, con una progresiva sustitución por especies invasoras y el efecto combinado del aumento de temperatura y las actividades humanas.

El impacto del cambio climático y las amenazas directas

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La Posidonia oceánica destaca por su extraordinaria eficiencia: cada hectárea puede absorber cientos de toneladas de dióxido de carbono, llegando incluso a superar la capacidad de captura de muchos bosques terrestres. Además, cada metro cuadrado puede aportar hasta 10 litros de oxígeno diarios, proporcionando vida tanto a la fauna marina como a quienes dependen de la calidad ambiental costera.

En los últimos 50 años, se ha perdido más del 30% de la superficie que ocupaban estas praderas en el Mediterráneo occidental. Las principales responsables son la llegada de la alga asiática Rugulopteryx okamurae, que se expande rápidamente tras atravesar el Estrecho de Gibraltar, el aumento de la temperatura del agua vinculado al calentamiento global y las alteraciones en actividades como la pesca de arrastre, los fondeos de barcos y la extracción de arena. Estos factores combinados provocan que la posidonia quede asfixiada, ya que pierde luz y nutrientes frente a competidoras.

Actualmente, regiones como Málaga y parte de Granada enfrentan un riesgo elevado de desaparición, mientras que áreas como Cabo de Gata mantienen poblaciones más saludables, aunque sin estar exentas de amenazas.

Iniciativas de conservación y nuevas técnicas

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Frente a este escenario, la respuesta de científicos, organizaciones y empresas ha sido diversificar las estrategias de restauración y protección. Entre las acciones más destacadas está la reforestación experimental en costas de Andalucía, que utiliza el cultivo de esquejes de posidonia en viveros y su posterior trasplante al lecho marino por buceadores voluntarios. En espacios como La Noria, en Málaga, la Fundación Aula del Mar Mediterráneo desarrolla sistemas de acuaponía, que combinan el cultivo de peces y plantas para crear un entorno sostenible y favorecer a los esquejes, que permanecen meses hasta alcanzar la madurez.

Para facilitar su adaptación al fondo marino y protegerlas de las corrientes, se emplean módulos de piedra caliza o arenisca biodegradable que actúan como soporte temporal. Esta técnica evita el uso de productos químicos o pegamentos, imitando procesos naturales y minimizando el impacto ambiental.

La colaboración público-privada y la participación ciudadana son esenciales para el éxito. Programas como Mares Circulares no sólo impulsan acciones de restauración, sino que también movilizan voluntarios y promueven la sensibilización en escuelas y comunidades costeras. Las actividades incluyen sesiones formativas, guías educativas y la ampliación de viveros en instalaciones como el Aula de Economía Azul.

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Vigilancia, cartografiado y economía circular

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El seguimiento científico de las praderas se realiza mediante indicadores biológicos y ecológicos, como la densidad, altura de los haces, cobertura vegetal y presencia de especies invasoras. Más de 150 buceadores participan en estas mediciones, que siguen pautas establecidas por universidades y autoridades ambientales.

Gracias a tecnologías de teledetección satelital e inteligencia artificial, empresas como Quasar Science Resources colaboran en el mapeo detallado de estos hábitats, aportando datos clave para evaluar el impacto y planificar futuras acciones.

Adicionalmente, algunos proyectos aprovechan la recogida de arribazones de posidonia en playas, transformando estos restos en recursos para la industria farmacéutica y cosmética, además de utilizarlos en nuevas replantaciones. Este proceso apoya la sostenibilidad y fomenta la economía circular.

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El futuro de la posidonia y la importancia de su preservación

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La Posidonia oceánica es una especie protegida a nivel internacional y europeo, considerada un baluarte de la calidad ambiental en el Mediterráneo. Su protección y restauración benefician a muchas especies de su ecosistema, incluyendo peces como los lábridos y serránidos, además de invertebrados como cangrejos y moluscos. También favorecen la pesca, el turismo sostenible y ayudan a evitar la erosión de las playas.

Las acciones conjuntas de entidades como la FAMM, Mares Circulares, administraciones y empresas biotecnológicas demuestran que la ciencia, la innovación y el compromiso social pueden unirse para preservar estos frágiles bosques sumergidos.

Gracias a la implicación de voluntarios, investigadores y esfuerzos coordinados, aún es posible revertir la tendencia de pérdida de la posidonia y garantizar que el Mediterráneo siga respirando vida y biodiversidad en los próximos años.


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